El Rey David quería construir una casa para Dios, y comento al profeta Natán que:
Yo vivo en una casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está todavía en una tienda.
El Rey David tenía un palacio para vivir El y su familia, pero el Arca de la Alianza no tenía un lugar donde permanecer. El Arca de la Alianza era un cofre o cajón de madera, que contenía las tablas de la ley, dadas por Dios a Moisés como un acuerdo firmado entre Dios y su pueblo. Eran los Diez Mandamientos que el pueblo se comprometía a vivir. Si los cumplían, Dios cuidaría de Ellos y les daría una tierra para que vivieran.
El pueblo de Israel llevaba esta arca en procesión cuando atravesaron el desierto y vino con ellos hasta la tierra prometida.
Aquí el Rey David ya establecido como rey de Israel quiere construir una casa, o un Templo donde se guarde el Arca de la Alianza.
Pero Dios le dice a David que a él no le corresponde hacerle una casa.
Dios no quiere vivir todavía encerrado en una casa de cuatro paredes, Dios quiere seguir caminando con su pueblo.
Al final David le confía esta misión a su hijo Salomón.
Bien, este templo que Salomón construyo, con mucho lujo y riqueza, fue destruido varias veces. Después de Cristo en el año 70 los romanos lo destruyeron por última vez.
Hoy en día los Judíos, musulmanes y cristianos, seguimos peleándonos la ciudad Santa de Jerusalén.
La pelea entre Palestinos, Judíos y Cristianos es por la ciudad de Jerusalén y su Templo. Allí está construida hoy en día una mezquita musulmana sobre el lugar del Templo de Salomón. Y también están los templos católicos y las sinagogas en Jerusalén.
Pero prueba de lo que ha quedado de esta pelea por el templo, es el Muro de las Lamentaciones, Un muro que se conserva de las ruinas que quedaron de la última destrucción del templo por los romanos en el año 70. Allí, los judíos siguen llorando la destrucción del templo y esperan de nuevo su reconstrucción.
Quiero decirles hoy que Dios quiso venir y habitar entre nosotros. Dios ya no quiso un templo de maderas y oro y lujos. Dice el evangelio de san Juan:
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Dios quiso buscar una casa para venir en persona a vivir con nosotros y escogió el vientre de la Virgen María y el hogar de Nazaret.
En la Navidad, celebramos que Jesús vino y busco un hogar en medio de nosotros.
María es la nueva Arca de la Alianza que contiene en su ser el nuevo pacto que Dios hace con nosotros: Jesucristo su único Hijo, su enviado.
Pero también el evangelio nos dice: que Jesús vino a los suyos y no le recibieron.
Cuando José y María buscan un lugar donde poder dar a luz al bebé, no hubo posada o lugar donde pasar la noche.
Jesús fue rechazado, odiado y muerto por su propio pueblo.
Sin embargo, Jesús nos dice: que su casa no es una casa echa por manos humanas, sino que su casa es spiritual y no está aquí.
Jesús le contesta a Pilato cuando era condenado: Mi reino no es de este mundo.
San Pablo nos dice también, que nuestros cuerpos son templos:
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
Excelente lección para hoy: Cada uno de nosotros somos templo, todo ser humano es un templo de Dios. Es por eso que defendemos la vida desde que la vida se engendra en el vientre de la madre. Es la ley natural y divina: No mataras, no al aborto, no a la pena de muerte, no a la eutanasia:
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
En esta navidad Jesús quiere habitar en su templo, tu cuerpo, tu alma y tu espíritu. Permite en esta navidad que Dios encuentre en ti un lugar limpio y puro para que Él pueda vivir allí. No mates tu cuerpo, con el odio, la violencia, con la droga, el alcohol, el sexo, el trasnocho, la vanidad. Hay muchas formas hoy de contaminar el templo de Dios: Nuestros cuerpos.
Una de las últimas promesas que Jesús nos hace es que Él se regresa a la casa de su Padre a prepararnos un lugar, una casa:
No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Mis hermanos y hermanas, esta casa está en la eternidad y allí es para siempre.
Allí no tendremos que correr a pagar renta, cuentas, andar preocupados por que el banco nos va a quitar.
Jesús ya pago esta casa por nosotros, todo está pagado. Si quieres habitar en ella, vive intensamente en el amor y sigue los caminos del Señor.