En cada generación desde el comienzo de nuestra Iglesia, después del Pentecostés, siempre ha habido conflictos entre el mundo y la Iglesia. Desde el principio el mundo buscaba controlar y cambiar nuestra religión. Nuestra fe busca cambiar el mundo. El mundo rechaza nuestra religión. Nuestra religión rechaza los valores mundanos. La Cruz es nuestro destino inevitable y nuestra esperanza, por ser la puerta real a la vida eterna.
Recuerde la tentación de Jesús por Satanás en el desierto.
Entonces el diablo lo llevó a una montaña muy alta
y le mostró todos los reinos del mundo en su magnificencia,
y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Ante esto, Jesús le dijo: “¡Vete, Satanás! Está escrito:
«Adorarás al Señor, tu Dios, y solo a él servirás».
El conflicto entre nuestra fe y el mundo se repite en cada generación, como incluso lo vemos hoy en la televisión.
En el evangelio de hoy, Jesús y los doce están en el mismo lugar en el que escuchamos el evangelio de la semana pasada, en Cesárea de Filipo. El tiempo del ministerio terrenal de Jesús ha llegado a su fin. Cesárea de Filipo era uno de los lugares más paganos y malignos de toda el área Palestina. Tenía una historia de sacrificios humanos en el templo de Pan y la “Puerta del Infierno”, la cueva profunda detrás del templo de Pan. Ningún judío o israelita respetable iría jamás allí, o se enfrentarían a un serio ritual de purificación antes de poder reunirse con sus familias, comunidad y sinagoga. Era un lugar sucio, maligno.
Recuerda que fue aquí donde Simón respondió a Jesús:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente».
Y Jesús respondió:
… Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos.
Ahora, ¿cómo escuchó esto Simón Pedro? Recuerda que Simón era israelita. La palabra «Mesías» tenía un significado político para los israelitas y judíos. Simón, Judas y quizás otros de los discípulos todavía esperaban que Jesús fuera el Mesías político que liberaría a los israelitas y judíos de los romanos paganos de manera militar. Conquistarían y echarían fuera a los invasores paganos de Israel. El Mesías los ofrecía a Israel una solución política según la idea popular. O sea, una solución mundana.
Todavía frente a ese enorme precipicio en el Monte Hermón, frente al Templo de Pan y la “Puerta del Infierno”, Jesús intentó informarles del conflicto que venia.
… comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro estaba escuchando, … pero con los oídos de su mundo político, que espera un Mesías político, un conquistador mundano.
Entonces Pedro llevó aparte a Jesús y comenzó a reprenderlo,
“No lo permita Dios, Señor; eso no te puede suceder a ti”.
Jesús respondió:
“¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”
Recuerde, momentos antes de que Jesús le dijera a Pedro que él sería el fundamento de roca, la piedra de la Iglesia de Jesús. Si esta conversación es discordante para ti, imagina cómo se sintió Pedro, de pie frente a la Puerta del Infierno.
Nuestra fe es siempre un desafío para el mundo. El mundo siempre está tratando de dominar y controlar nuestra fe, tal como lo hizo Satanás con Jesús en la tentación.
Tengan cuidado con las conversaciones que mezclan política y religión. La política y la religión no se mezclan. La política siempre buscará cambiar la Iglesia. No hay compromiso posible. Nuestra fe espera que cambiemos el mundo, no al revés. Si ha estado observando las manifestaciones y las convenciones políticas, esto debería quedar muy claro para usted. Cuando Satanás le prometió a Jesús que le daría el mundo, Jesús le dijo a Satanás:
«Aléjate.»
Pedro mezclaba política con religión. Cuando escucho a personas criticar a la Iglesia hoy, a menudo escucho cosas como,
- La Iglesia es anticuada, obsoleta. Necesita modernizarse a los tiempos de hoy. La Iglesia tiene que cambiar, según las voces del mundo.
La Iglesia siempre ha tenido que encontrar su camino en un mundo que escoja rechazarla, controlarla, cambiarla o destruirla. Mire lo que pasó con la Reforma Protestante, que comenzó hace unos 500 años. Querían cambiar la Iglesia. Y lo hicieron. Las iglesias protestantes han eliminado los sacramentos, todos excepto el bautismo. Jesús y sus Apóstoles nos dejaron los Siete Sacramentos. Los protestantes eliminaron el sacramento de las órdenes sagradas, obispos, sacerdotes y diáconos. Eliminaron la Eucaristía y la Misa. Eliminaron el sacramento de la confesión. Eliminaron la Unción de los Enfermos. Recién en el siglo pasado dejaron de enseñar el matrimonio como sacramento de la Iglesia. Querían cambiar la fe de la Iglesia y lo consiguieron. Pero ¿qué es la Iglesia que fundó Jesús sin los sacramentos?
Observen en sus propias vidas como amigos y familiares cómo la gente se aleja de la Iglesia y los sacramentos que Jesús nos dio cuando le dijo a Pedro, de pie frente al Templo de Pan y la Puerta del Infierno:
… tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia,
y las puertas del infierno no prevalecerán contra él.
Fue allí en Cesárea de Filipo donde Jesús dijo a sus discípulos, antes de partir a Jerusalén por última vez:
“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?”