Jesús nos enseñó a orar. Jesús nos dio oraciones que todavía usamos en sus propias palabras. La Misa es la oración más grande que tenemos, y él nos dio las palabras. Y nos dio el Padrenuestro como modelo para toda oración, y para ayudarnos a prepararnos para la venida del Reino de Dios.
A medida que salimos de la pandemia, se me hace cada vez más obvio que el mayor daño de la pandemia y la cuarentena no provino del virus.
Algo aún peor ha estado sucediendo, aquí en la tierra. La forma en que respondimos a la pandemia ha herido mucho nuestra humanidad y nuestra fe. Los adultos y los niños están luchando y sufriendo de formas que no se veían antes de la pandemia.
Este fin de semana tenemos un retiro aquí en la parroquia para adultos jóvenes de 18 a 30 años. Por un lado, es maravilloso, ya que es el primer retiro de este tipo para este grupo aquí en nuestra parroquia en tres años. Pero hay una distracción espiritual y letargo entre ellos que es doloroso de ver. ¡Gracias a Dios que llegaron!
En la soledad, muchos se deprimieron y buscaron ayuda en las drogas, el alcohol y la pornografía. Los suicidios y los intentos de suicidio han aumentado considerablemente entre nuestros jóvenes en todo el país, junto con miles de sobredosis de drogas. Mientras tanto, los jóvenes han sido bombardeados desde el comienzo de la pandemia con mensajes seculares confusos y que los hacen ser muy escépticos de la Iglesia y la familia. Un niño llegó a su primera confesión diciendo: “Padre, no sé si soy niño o niña”. ¿De donde viene esto? ¿De su familia? No, viene de la escuela y el internet.
Los jóvenes están confundidos y espiritualmente hambrientos, pero el mundo los ha aislado y endurecido durante los cierres y los mensajes seculares. Las escuelas estaban cerradas. Las iglesias estaban cerradas. Eso no era saludable. Hemos estados aislados.
A medida que avanzamos a través de la temporada sacramental en abril, mayo y junio, descubrimos el impacto de más de dos años de mala socialización y formación. Los niños tienen habilidades muy reducidas para concentrarse e interactuar debido a su aislamiento. En las confesiones encontramos demasiados niños que tienen dificultad para interactuar; muchos no conocen ni el Padre Nuestro ni el Ave María. Esa es una pobreza espiritual terrible. Y completamente evitable.
Los alumnos de cuarto y quinto grado estaban en primero o segundo grado cuando comenzó la pandemia. Muchos ahora no saben leer o leen a un nivel muy deficiente y atrasado. Su aula ha sido su dormitorio con su pantalla de computador, sin la compañía de otros niños a su alrededor. Los niños aprenden mejor en compañía de otros niños, junto a sus maestros, donde se ven las caras y las sonrisas desenmascaradas. Muchos niños en edad escolar se han atrasado mucho en su educación, como lo han informado los distritos escolares de Austin y de todo el país. El comportamiento social ha sufrido. Se reportan mayores problemas de comportamiento y malas relaciones. En Austin y en todo el país escuchamos que miles de maestros profesionales están dejando sus trabajos. Estamos perdiendo nuestras escuelas.
Mientras tanto, niños y adultos han tenido demasiado “tiempo de pantalla”. No han tenido suficiente tiempo para «nosotros» o «tiempo nuestro». La pornografía está corrompiendo a los adultos, los matrimonios y las relaciones. La pornografía es un veneno social que ahora afecta incluso a los jóvenes. La pornografía prospera en el aislamiento.
La pandemia ha creado una generación de nuevas y peligrosos problemas sociales y familiares. Aún más problemas se descubren cada día. Es caos.
¿Es una situación sin esperanza?
No. Hay mucha esperanza. Recientemente me enteré de un grupo de hombres cristianos que se ofrecen como voluntarios para ir a las escuelas a leerles a los niños, incluso sentados en los pasillos leyendo a los que se habían quedado atrás. Padres, lean a sus hijos y oren con ellos.
Las escuelas católicas ofrecen esperanza. Nuestras escuelas católicas nunca cancelaron clases y los estudiantes y las familias de las escuelas católicas no están sufriendo como los niños de las escuelas públicas y sus familias.
Escuché de una práctica familiar que me interesa mucho. Las familias han comenzado a colocar “canastas de teléfonos celulares” junto a la puerta principal. Cuando los niños y los adultos llegan a casa, todos ponen sus teléfonos celulares en la canasta. Pueden dejar sus teléfonos encendidos y usarlos, cuando sea necesario, pero no llevarlos a la mesa, a la sala o al dormitorio. De esa manera pueden hablar entre ellos y evitar la tentación. Pueden rezar unos con otros. Pueden hablar libres.
Hay esperanza en la oración. Cuando los discípulos vieron a Jesús orando con frecuencia, sintieron curiosidad.
Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Entonces Jesús les dijo: «Cuando oren, digan:
‘Padre, santificado sea tu nombre,
venga tu Reino,…”
Los judíos oraron. Profetas y maestros como Juan el Bautista enseñaron su estilo de oración, pero no así. ¡Esto era nuevo! Jesús dijo, “Di Padre”….
Jesús estaba orando a su Padre. No era así como rezaban los judíos. Jesús les estaba presentando a su Padre. Tenemos un Padre, y su nombre es Santo. Y el Padre quiere compartir su Reino con nosotros. Este Reino no es de este mundo.
Padres, presentan a sus hijos a su Padre del Cielo, y enséñales, como Jesús nos enseña a perseverar en la oración.
Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre.
Todos hemos escuchado o experimentado el comentario: “He estado orando pero Él no me escucha”. O «No sé si Él existe»
¿El problema es que Dios no nos está escuchando? ¿O será que no estamos escuchando nosotros a El?
Cuanto más aprendo acerca de Dios, más me doy cuenta de que Dios se está revelando constantemente a nosotros, todo el tiempo. Pero a menudo escuchamos más al mundo que a Él. Como con las pantallas y los teléfonos y las redes sociales. Esos mensajes nos distraen y nos hacen ser sordos a Dios. Jesús dijo, “Quien tiene oídos, oyen”. Dios quiere darnos regalos, pero con demasiada frecuencia solo queremos los regalos de este mundo y las falsas promesas de este mundo.
Debemos hacer espacio y tiempo en nuestras vidas para Dios, así como necesitamos hacer espacio y tiempo en nuestras vidas para nuestros cónyuges e hijos.
Debemos perseverar en la oración, y debemos perseverar en hacer silencio en nuestra vida para poder escucharlo. Deja las pantallas. Oremos por nuestros niños y familias. Y escucha en silencio, nuestro “Padre” nos está llamando a casa.