En cada generación desde el comienzo de nuestra Iglesia, después del Pentecostés, siempre ha habido conflictos entre el mundo y la Iglesia. Desde el principio el mundo buscaba controlar y cambiar nuestra religión. Nuestra fe busca cambiar el mundo. El mundo rechaza nuestra religión. Nuestra religión rechaza los valores mundanos. La Cruz es nuestro destino inevitable y nuestra esperanza, por ser la puerta real a la vida eterna.
Recuerde la tentación de Jesús por Satanás en el desierto.
Entonces el diablo lo llevó a una montaña muy alta
y le mostró todos los reinos del mundo en su magnificencia,
y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Ante esto, Jesús le dijo: “¡Vete, Satanás! Está escrito:
«Adorarás al Señor, tu Dios, y solo a él servirás».
El conflicto entre nuestra fe y el mundo se repite en cada generación, como incluso lo vemos hoy en la televisión.